El invierno en bodega se puede alargar durante más tiempo que en la finca porque no depende tanto de los accidentes meteorológicos, se trata más bien de una tranquila procesión de acontecimientos que con la debida vigilancia, control y reconducción -si fuera necesario- van a permitir que el vino crezca y mejore.
Para ello hay un elemento indispensable:
Las barricas
A través de las paredes de la barrica se produce un flujo mínimo pero constante de oxigeno.
A este proceso se le llama microoxigenación y es imprescindible para que el vino evolucione. En una cuba de acero inoxidable, donde la permeabilidad es imposible, no puede haber evolución.
Paralelamente, se produce un aporte desde la pared de las barricas al vino, de unas sustancias que mejoran sus aromas y sabores, si bien sólo pueden hacerlo con un vino que ya sea de buena calidad, es decir:
Ni arreglan ni mejoran un mal vino
Se trata de unos taninos especiales -también el roble tiene taninos en su composición- y otras sustancias que se desarrollan en las tablas de los robles cuando se están secando al aire libre, antes de usarlas para dar forma a las barricas.
Es curioso que los encargados de transformar ese roble verde (recién talado) en roble maduro para la crianza de vinos, son unos hongos y unas bacterias naturales.
Vemos de nuevo que el trabajo de los hongos y las bacterias son esenciales para la elaboración de buen vino.
Os seguiremos contando más cosas sobre el proceso de crianza de los vinos de Mas de Sella, procesos personalizados a cada vino y adaptados a cada añada, porque
en Mas de Sella todos los vinos se producen de manera natural, y por lo tanto son reflejo de la climatología y su interacción con la naturaleza en nuestra finca.